viernes, noviembre 12, 2004

LA ANGUSTIA

Todavía nada.

Son las cinco menos cuarto de la tarde y estoy llorando en el apartamento. Lloro de impotencia, frustración, tristeza, tensión, angustia, injusticia, dolor, …, no sé por cuántas cosas lloro, pero estoy destrozada.

Creía que venía preparada, pero para esto nunca se está preparado. Creía que esta vez nos iban a salir las cosas bien, pero ni por esas. Sabía que podía pasar, que lo más probable era que tuviéramos que pedir una nueva cita, pero, en mi interior, estaba prácticamente segura de que no, de que hoy iba a ser un día especial y que iba a pasarnos algo bueno.

Pues bien, a las 10 de la mañana ha venido Victoria a buscarnos. Nos hemos ido para el Centro de Adopciones (CA). Hemos llegado a las 10:20. Victoria se ha bajado y nos ha dicho que esperásemos en el coche. A las 10:40 nos ha venido a buscar y hemos entrado en el CA, hemos subido los tres pisos, con sus escaleras enormes, y hemos llegado a un descansillo donde había bastante gente. Nos hemos sentado, se han ido unos, han llegado otros y, al final, nos hemos quedado unos italianos, otros españoles y nosotros, todos con nuestras respectivas intérpretes. Eran las 10:45 y Victoria nos ha dicho que iban con mucho retraso, que, en ese momento, estaban todavía los de la cita de las 9:30, así que teníamos para un buen rato.. La tensión iba “in crescendo”. A las 12:00 nos han hecho pasar dentro. Hemos llegado al famoso largo pasillo del CA. No era tan tétrico ni lúgubre como me lo había imaginado. Nos hemos sentado en unas sillas al final del pasillo, enfrente de unas puertas numeradas, de las que entraba y salía gente sin parar e iban de una a otra todo el rato. En el despacho “316” eran donde entrábamos los adoptantes. Yo estaba cardiaca. Estábamos unos italianos, los otros españoles, y luego han llegado dos parejas de americanos.

A las 12:45 nos han llamado para entrar. Es un despacho con tres mesas, cada una con tres sillas. Nos hemos sentado en la primera. La psicóloga y Victoria empiezan a hablar. Nosotros “pillando olas”. La psicóloga saca dos carpetas, dos archivadores gordos. Victoria me pregunta a ver de qué trabajo. Se lo digo y ella se lo cuenta a la psicóloga. Victoria dice que empezamos a ver esas carpetas que son de hermanos.

Empieza la angustia. Victoria empieza a pasar fichas metidas en fundas de plástico. Algunas con fotos, otras sin ellas. Algunas son de dos hermanos, otras de tres, y así hasta de seis hermanos. Hay fotos tremendas, con unas caritas…, otros pobres como si estuvieran presos, con un cartel con sus datos, como si fueran presidiarios. Victoria saca la ficha de unos bebes, con la foto en blanco y negro. Son unos gemelos prematuros, que ahora tienen unos catorce meses. Victoria aparta la ficha. Hablan entre ellas, no entendemos ni “jota”.

A las 13:00 llega una tía con pinta de General de las SS, y dice con aire marcial algo que qué sé yo, que nos traduce Victoria por “se tienen que ir a comer, y tenemos que volver dentro de una hora”. Imaginad qué tensión y qué angustia. Yo tenía el estómago agarrotado en la garganta, y una opresión en el corazón, que creía que se me salía por la espalda. Bajamos a una cafetería que está al lado del CA. Pedimos té y Luis y Victoria un “pincho” ucraniano (una especie de bocadillito caliente de jamón y queso, y de jamón, para Luis, claro). Empezamos a hablar. Victoria dice que la cosa está difícil. Que primero nos enseñarán los hermanos y luego pasaremos a los expedientes de “independientes” (niños que no tienen hermanos). A ver si tenemos suerte. Yo, en ese momento, aún tenía esperanzas.

A las 14:00 volvemos a subir. Entramos en la sala. La psicóloga dice que de los gemelos prematuros hay uno que está bastante bien, pero que el otro está casi como un vegetal. Victoria pasa las fichas una y otra vez. No ve nada. La psicóloga dice que hay una pareja de hermanos, la niña es del 2001 y el niño del 2003, va a preguntar por la ficha; mientras tanto nos da un archivador rojo con niños “independientes”. Victoria dice que es la carpeta de los niños con problemas. La primera foto es de una chiquitina con el labio leporino, tremendo, de verdad. Más fichas, pobres niños, la angustia crece proporcionalmente a las fichas que vas pasando. Hay una ficha que me llama la atención, es un bebé desnudito, me paro en ella. Victoria dice que tiene enfermedades corregibles (fimosis y no sé qué más), se enciende una luz en mi interior, Victoria lee el final del informe, tiene anticuerpos de Hepatitis C. Se va la luz de mi interior. Sigue pasando fichas. Llega la psicóloga, hablan entre ellas. Me tiemblan las piernas incontroladamente. Victoria nos dice que los hermanos no son adoptables ya que el pequeño no lleva el año reglamentario en la base de datos del CA, pero que la psicóloga va a hablar con la Directora para ver si se puede hacer algo. Otra luz en el camino. Victoria dice que nos tenemos que ir, que vamos a pensar y que, de mientras, van a ver si nos encuentran algo. Desesperados y, sobre todo, desconcertados ya que no sabes lo que hacen contigo, lo que dicen, no sabes nada de nada. Son las 14:30 y de vuelta al bar. Victoria dice que cree que hoy podremos conseguir, por lo menos, un niño, que ella está segura, y que luego lucharemos por el segundo, aunque para el segundo igual la Directora nos hace “tragar” con algún niño con alguna minusvalía corregible.

La cabeza me va a mil por hora, no puedo pensar en nada, estoy como una zombie. Nos quedamos solos en el bar. Casi ni hablamos, estamos como perdidos, no sabemos qué hacer, ni qué decir.

Los hermanos estos son la opción perfecta, es lo que siempre había imaginado y querido. Hermanos, con una diferencia de edad de un año y medio o dos años, niña y niño, y, para colmo, la niña la mayor. Aunque no quiero me hago ilusiones, pienso que bastante mala suerte hemos tenido ya, que esto nos tiene que salir. Creo que ellos son los hijos que nos están esperando.

Llega Victoria a las 15:30 con una cara larga y mustia. No hay nada que hacer. La Directora ha dicho que no, que esos hermanos no se pueden adoptar y punto, y que los gemelos prematuros es mejor no viajar para ver cómo están. De repente, nos quedamos sin nada, el agua se escapa por las manos, las esperanzas se esfuman. Tenemos que pedir una nueva cita. Me pongo delante de un folio en blanco, pero mi mente está aún más vacía que ese folio. Me tiemblan las manos, las piernas, el alma… me empiezan a temblar los ojos; no quiero llorar, todavía no. Tengo que ser fuerte, aún más fuerte. Escribo la carta, se la damos a Victoria para que haga las gestiones para la nueva cita.

Sergei el chófer nos trae al apartamento. Cuando subimos me derrumbo, han sido tantas emociones que parecía una montaña rusa, sube, baja, vuelve a subir, baja estrepitosamente…

Me duele la cabeza, pero el corazón y el alma los tengo rotos. Creía que éste iba a ser nuestro día, el de los cuatro, pero no ha sido así. Tenemos que esperar una nueva cita. No sabemos lo que pueden tardar en dárnosla, lo mismo una semana o más. Mientras tanto seguiremos aquí, en Kiev. Mañana estaré mejor, seguro; ya sabéis que ante la adversidad hay que levantarse y afrontar lo que viene. Ahora me lavaré la cara, me arreglaré y saldremos a dar una vuelta, a un cyber a poner las noticias en la web y a cenar.

Para bien o para mal, la vida sigue y aunque sé que, en algún lugar de este país, están nuestros hijos esperándonos, me tengo que hacer a la idea de que, igual, no estoy en este mundo para ser madre.

Siento lo negativa que estoy. Espero daros mejores noticias la próxima vez.

Un beso a todos. Susana y Luis